miércoles, 24 de febrero de 2016

HISTORIA DE LA BALÍSTICA FORENSE

Es en el año 1753, de la mano del Dr. BOUCHER, quien realiza numerosos estudios de balística, para más tarde dar pie a otra de las disciplinas pioneras de la Criminalística, tratándose de la Balística Forense.
El nacimiento de la balística forense, data en los comienzos del siglo XIX,  con el descubrimiento del autor de un crimen cometido con un arma de fuego.
Fue en el año 1835, en la ciudad de Londres, donde no existía cuerpo de policía como tal, simplemente había un pequeño grupo de “ayudantes” reclutados por el juez de paz de Wesminster, llamado Henry Fielding. Estos ayudantes eran conocidos como los “Bow Street Runners”, los cuales, en sus claras intenciones por esclarecer los crímenes que se les planteaban, utilizaban métodos y formas poco ortodoxas,  además de un sin fin de ilegalidades. 

Fotografía de los “Bow Street Runners”
Entre estos investigadores se hallaba Henry Goddard, un curioso investigador al que le dio por indagar sobre el proyectil extraído del cuerpo de la víctima de un asesinato, percatándose así del abultamiento que presentaba el mismo. Por entonces, las armas de fuego eran de avancarga, siendo común que sus usuarios fabricasen sus propios proyectiles con plomo fundido, ayudados de un molde. Las pesquisas de Goddard no irían mal encaminadas al pensar que encontrando el molde con el que se había fabricado el proyectil encontraría a su vez al asesino. Para su investigación, Goddard comienza a registrar las casas de los sospechosos y a tomar las molduras que tenían para fabricar los proyectiles, observando en una de las molduras de una casa registrada, que la misma presentaba una pequeña hendidura. Goddard fabrica un nuevo proyectil (indubitado) con este molde a fin de ser cotejado con el proyectil (dubitado) extraído anteriormente del cuerpo de la víctima, comprobando que ambos proyectiles presentaban idéntico abultamiento Finalmente consigue que el asesino, el propietario de dicho molde, confesara su crimen, estableciendo un nuevo método de investigación criminal.
Otro caso resuelto nos lleva hasta Alemania, donde el Dr. Paul Jeserich, un reputado médico forense,  durante 1898, acude como experto en la materia, al tribunal de la ciudad de Neuruppin, con el fin de asesorar acerca de un caso de asesinato. Jeserich defendía la teoría que consistía en que el recorrido que realiza un proyectil en la ánima del cañón de un arma, al rozar el proyectil con las estrías del cañón con gran presión, ocasionaba  una serie de marcas, si bien, todos los proyectiles disparados por una misma arma presentarían, al ser disparado, idénticas señales.
Durante el juicio, le mostraron un proyectil que se había extraído del cuerpo de la víctima, y el revolver que pertenecía al acusado. Para ello, Jeserich realizó un disparo de prueba, donde obtendría un proyectil como muestra que serviría para cotejarlo con el proyectil extraído del cuerpo de la víctima, mediante la realización de fotografías y ampliando las mismas para ser apreciado con mayor claridad, comprobando que efectivamente ambos proyectiles presentaban idénticas señales ocasionadas por las estrías del cañón del revólver utilizado en el crimen.
Durante el siglo XX, surgirían nuevos investigadores que crearon nuevos métodos, entre los que cabe destacar a Richard Kochel, director del instituto forense de Leipzig. Kochel fue pionero en estudiar el cuerpo de un proyectil mediante pruebas, realizando negativos del mismo en láminas de cera y óxido de cinc.
Por otro lado, nos encontramos con el Profesor Balthazard, quien, al fijarse en los culotes de las vainas, se da cuenta que las agujas percutoras, al realizar el disparo, ocasionan señales evidentes sobre los mismos. De ahí, el profesor comenzaría a indagar sobre las partes del arma que incide y contacta con la vaina, y que le ocasionarían otro tipo de marcas. Entre estas partes del arma, se encuentra la recámara que produce señales en el culote de la vaina, así como la uña extractora y el expulsor. Esta serie de marcas servirían para identificar el tipo de arma con la que había sido disparada la vaina. Pero estas investigaciones mermaron con el comienzo de la I Guerra Mundial.
Waite, Charles E. (1865-1926), está reconocido como uno de los pioneros más importantes de la balística forense. Waite era funcionario del Ministerio Público del estado de Nueva York, en el que fue nombrado ayudante del Presidente de la Comisión de Investigación por el Gobernador. Impulsado por la revisión de una sentencia dictada por un tribunal del condado de Orleans, en la que se promete que intentaría seguir un método fiable que permitiese identificar un arma mediante el examen de un cartucho, Waite empezó a visitar las fábricas de armas más importantes de los Estados Unidos y de Europa.
A finales del año 1923, después de tantos viajes, que provocó visitar las principales fábricas de armas, e intenso trabajo, Waite pudo comprobar que no existía ni un solo modelo que fuese exactamente igual a otro, que lo se diferenciaba en los calibres, en el número y orientación de las estrías, levógiro (orientada a la izquierda) o dextrógiro (orientada a la derecha), marcando diferencia en sus ángulos de torsión. Asimismo, realizó un catálogo técnico que registraría todas las armas existentes en aquella época.
Ahora sólo faltaría distinguir armas del mismo tipo, marca y modelo. Waite encuentra la solución, al comprobar que el proyectil al pasar por el ánima del cañón ocasionan dos tipos de señales, las primeras causadas por las estrías del anima, que en el proyectil se convertirían en campos, y las segundas causadas por los campos del ánima del cañón, que darían como resultado las estrías en el proyectil. Con estas averiguaciones, llegó a la conclusión, que el proyectil, después de recorrer el ánima del cañón, se convierte en el negativo de éste.
Pero todo no acaba ahí, Waite pensaba ir más allá, pidió que le fabricaran un microscopio dotado de un soporte de fijación para el proyectil, que incluyese una escala de medición para medir las marcas y señales que tuviesen los mismos. Nace, asimismo, el primer instituto de balística forense en el mundo, llamado Bareau of Forensic Ballistics”, con sede en Nueva York, si bien, con la ayuda del físico John H. Fisher y del químico y especialista en microfotografía Philipp O. Gravelle.
Las aportaciones del físico Fisher destacaron por su importancia para la investigación en la balística forense, pues hizo dos grandes invenciones:
a)    La primera consistía  en un aparato que servía para ver con todo detalle el interior del cañón de un arma de fuego, así nacía el Helixómetro.
b)    Y el segundo consistía en un nuevo microscopio calibrador con una mayor precisión que permitía medir los campos intermedios, las estrías, y la orientación de las mismas.
Sin embargo, uno de los inventos más evolutivos de la balística forense llega de la mano del químico Gravelle, en el año 1925, a quien se le ocurre unir dos microscopios mediante un dispositivo óptico por el cual se podían observar dos proyectiles juntos en una sola imagen y lograr que ambos giraran para que se pudieran comparar viendo las coincidencias y diferencias que hubiera entre los mismos.
Al equipo de Waite se unió el doctor Calvin Goddard que, siguiendo el camino iniciado por el profesor Balthazard, comenzó a observar el culote de las vainas disparadas, encontrando que las señales producidas por las máquinas empleadas en la fabricación de la aguja percutora del arma que había realizado el disparo, coincidían con las señales que aparecían en el culote de la vaina empleada.
El doctor Calvin Goddard era eminencia en el campo de la balística forense, colaboró en importantes avances, entre las que cabe destacar la base de datos de balística más completa de su tiempo, así como la fundación del primer laboratorio independiente de criminalística forense en los Estados Unidos.
Las investigaciones fueron evolucionando estableciendo como principio básico de la balística forense que todo instrumento mecánico o físico al incidir con presión sobre una superficie, la más dura deja sobre la más blanda su huella propia, lo que permite su identificación. De esta forma, el desarrollo de nuevas técnicas y de avances tecnológicos se ha ido centrando en el estudio de las marcas de herramientas, únicas e irreproducibles, que compone un arma de fuego.


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